BUENOS AIRES.- Distante del resto de los acusados, sin separarse del celular y sólo hablando con su abogado, Carlos Beraldi. Así se mostró ayer la ex presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, en la primera jornada del juicio oral y público por presunto direccionamiento de la obra pública en Santa Cruz, en el que se investiga si existió una asociación ilícita entre ex funcionarios “k” y empresarios de la construcción.
Durante más de tres horas, la senadora escuchó desde la cuarta fila la primera parte de las imputaciones confirmadas por el juez Julián Ercolini, y ventiladas a partir de ahora en los tribunales de Comodoro Py.
Cristina llegó antes del mediodía y un numeroso grupo de militantes la recibió entre cantos y aplausos. Había dirigentes kirchneristas como Eduardo “Wado” de Pedro y Axel Kicillof, y referentes de organismos de derechos humanos como Hebe Bonafini y Estela de Carlotto. No estuvo su compañero de fórmula, Alberto Fernández, ya que debe prestar declaración como testigo en la causa y tendrá que permanecer fuera de la sala hasta que brinde su relato a las partes.
La ahora candidata a vicepresidenta pasó al edificio por un acceso lateral, sin realizar declaraciones a la prensa, y se ubicó a la espera de los vocales del Tribunal en lo Oral Federal (TOF) N° 2, Jorge Gorini, Rodrigo Giménez Uriburu y Andrés Basso. Fue la última de los 13 acusados en sentarse. Durante cinco minutos los fotógrafos y camarógrafos, que habían colmado el auditorio, la retrataron en incontables imágenes.
Lejos de la ex presidenta quedaron su ex ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, y el empresario Lázaro Báez, ambos detenidos por presuntos hechos de corrupción durante la gestión “k”. Cristina no cruzó siquiera miradas con ellos. Tampoco con su ex secretario de Obras Públicas, el tucumano José Francisco López, quien había sido llevado a otro lugar del salón para evitar que, por su rol de “arrepentido”, protagonizara cruces con otros sospechosos.
La ex mandataria sí saludó a quienes estaban más cerca de su lugar, como Abel Fatala, ex subsecretario de Obras Públicas. Acompañada por Beraldi y Ary Llernovoy, su otro abogado, Cristina apenas evidenció reacciones a medida que avanzaba la lectura de las acusaciones. El teléfono fue su principal “compañía” en el banquillo. Recorrió la pantalla táctil una y otra vez con su índice. Bebió algunos sorbos de agua mineral, negó con la cabeza, observó con seriedad y concentración, sonrió e intercambió comentarios con su defensa. No hubo gestos grandilocuentes ni histrionismo. “Estén atentos a todo lo que van a oír y a lo que ocurra en este debate”, expresó Gorini, presidente del tribunal, luego de que la secretaría del TOF mencionara el nombre de cada acusado. Al cierre de la audiencia, Cristina fue rodeada por sus seguidores y se marchó tras las muestras de apoyo. Deberá regresar el lunes, cuando se reanude el juicio oral.